Y en menos de un
instante… todo cambia. Dejamos el pasado atrás, y nos lanzamos hacia lo desconocido:
nuestro futuro. Partimos hacia lugares remotos para intentar encontrarnos a
nosotros mismos. O, intentamos perdernos explorando placeres más cerca de casa.
Los problemas empiezan cuando nos negamos a aceptar los cambios, y nos
aferramos a viejas costumbres. Pero si nos aferramos demasiado al pasado, puede
que el futuro no llegue nunca
viernes, 31 de agosto de 2012
Felicidad
en estado puro, bruto, natural, volcánico, ¡qué gozada! Era lo mejor del mundo. Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que el costo, coca, crack, chutes, porros, hachís, rayas, petas, hierba, marihuana, cannabis, canutos, anfetas, tripis, ácidos, LSD, ¡éxtasis! Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, una orgía, una paja, el sexo tántrico, el kamasutra, las bolas chinas. Mejor que la nocilla y los batidos de plátano. Mejor que la trilogía de
George Lucas, que la
serie completa de los Teleñecos, que el fin del milenio. Mejor que los andares de Emma
Pill, Mariel, la pitufina, Lara Croft, Naomi Campbell y que el lunar de Cindy
Crawford. Mejor que la cara B de Abbey
Road, que los solos de Hendrix. Mejor que el pequeño paso de
Neil Amstrong sobre la luna, el Space Mountain, Papá Noel, la fortuna de Bill Gates, los tratos del Dalai Lama, las experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro. Todos los chutes de
testosterona de Schwarzenegger, el colágeno de los labios de Pamela Anderson.
Mejor que Woodstock y las rages más orgásmicas, mejor que los excesos del Marqués de
Sade, Morrison y Castaneda. Mejor que la libertad, mejor
que la vida
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